Este libro no está hecho propiamente para reflexionar sobre la muerte a modo de fenómeno natural, por el contrario, la muerte aparece como esa señora indeseable que llega inoportuna a terminar el show cuando este logra su punto de mejor cocción, para aguarle la fiesta a los que habían llegado a la ensoñación oyendo cantar al Benny, porque tampoco importaba que su hígado estuviera destrozado, sí, esa misma víscera que igual danzaba resignada entre sus carnes gozosas y prefería morir dentro del Benny, en el mismo cuerpo desvencijado y adolorido del sonero lajero.
Tampoco está elaborado con la intención de reclamar del lector su conmiseración (que podrá sobrevenir sin duda) sobre ciertos episodios conmovedores en los que fueron ultimados algunos salseros. No, más bien, esos pasajes quizás puedan convertirse en la atmósfera misma de las letras o líricas inmemoriales que abordan el panorama salsero: calle luna calle sol, el borracho que dobla por el callejón, la puñalada que viene y va, el balazo que atravesó su corazón y hasta ahí fue. Si se hace necesario abordar la necrología, es porque esta, muchas veces parece inherente a la vida de algunos o a su sino trágico.
… un proyecto como este se me presenta sui géneris dentro de la literatura salsera, porque está basado en relatos de esa muerte alegre y enamorada, así como triste y trágica, que viste a los salseros, siendo un experimento que no solo genera curiosidad, sino que además, el ambiente detectivesco que la puede salpicar y le imprime su autor, va más allá de la simple crónica, porque al ataviarla de esa pasión propia y compulsiva del melómano la convierte en memorable, sobre todo si el autor muchas veces compartió en carne y hueso con esos míticos personajes.